El Plan de Dios para la Salvación

 

 

Las Buenas Nuevas de Salvación

Estimado lector,

¿Le gustan las buenas noticias? Pues entonces le gustará la siguiente explicación de cómo Jesucristo nos brinda eterna salvación. Pero antes, es necesario decirle las malas noticias, ya que todos deberán compadecer algún día ante el Juicio de Dios.

 

I.                    Hay que reconocer la triste y lamentable condición del pecador que aun no se ha arrepentido de todos sus pecados.

  1. Un pecador es una persona que ha ofendido a Dios, aun con la más mínima acción. Lea Romanos 3:10 hasta el 17. “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno. No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan, veneno de áspides hay debajo de sus labios; cuya boca está llena de maldición y de amargura; sus pies, prestos para derramar sangre; destrucción y miseria hay en sus caminos; y el camino de paz no han conocido.”
  2. Un pecador que aun no se ha arrepentido se encuentra bajo la ira de Dios. Lea Juan 3:36. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Estar bajo ira es estar condenado para siempre. No trate de dar excusas o razonar diferentemente, ya que esto es inútil bíblicamente. ¡La Biblia no miente!
  3. Aun las buenas obras de un pecador que aun no se ha arrepentido aparecen como “trapos de inmundicia”, es decir, como suciedad, delante los ojos de Dios porque no se comparan con la perfección absoluta de Dios. Lea Isaías 64:6, “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” Amigo, las obras no nos pueden salvar. Lea Efesios 2:8 y 9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
  4. Al pecador no arrepentido solamente le espera una eternidad en un lugar de tormento eterno. Lea Apocalipsis 20:15, “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue lanzado en el lago de fuego.” El alma de un pecador no se destruye al morir físicamente como enseñan algunos, si no que arderá vivo en llamas por toda la eternidad. El hombre de Lucas capítulo 16:23 estaba vivo y conciente, sintiendo dolor y angustia, “Y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos”.
  5. Calcule cuántos pecados Usted tiene ahora mismo en su contra: Si Usted ha cometido 3 pecados diarios desde que nació, multiplique 3 por 365 días del año. Este cálculo resulta en alrededor de 1,000 pecados anuales. Ahora multiplique esta cifra por los años de su vida. Si tiene 20 años, ¡son 20,000 pecados! Querido amigo, con esta cantidad de delitos y pecados en su contra, Dios no tendrá otra opción que lanzarlo en el Infierno.

 

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II.                 Dios estableció el derramamiento de sangre para la remisión del pecado, y la declaración de ser hallado justificado en aquél día final.

  1. Dios derramó sangre de un cordero inocente cuando Adán y Eva pecaron. Génesis 3:21 dice “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su esposa túnicas de pieles, y los vistió.” En la Biblia, la desnudez espiritual del hombre equivale a estar sin salvación. Para taparlos, ellos debieron aceptar las túnicas elaboradas de un cordero inocente que fue matado para “salvar” al hombre. ¡Usted necesita de un cordero inocente!
  2. Jesucristo, el Hijo de Dios, y Segundo en la Trinidad Divina, suple al pecador arrepentido esa túnica o manto de salvación que el mismo pecador no puede obtener por sus buenas obras. Juan el Bautista declaró acerca de Jesús en Juan 1:29 “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
  3. Dios salva, o declara “justo” a todo aquél pecador arrepentido que cree y pone su fe en la sangre del Cordero de Dios. 1ª de Pedro 1:18 y 19 declaran, “sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis por tradición de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación;”
  4. Si Usted ahora mismo quisiere reconocer su terrible condición de un pecador que se encuentra rumbo a ese Lago de Fuego, y si Usted ahora mismo se considera culpable ante los ojos de Dios, pero quiere ahora creer y recibir a Jesucristo el Hijo de Dios como su Salvador, entonces crea de todo corazón que Su preciosa sangre lo salva y le limpia de todos sus pecados, y lo hace un hijo de Dios. Lea las siguientes promesas que hablan de Jesucristo y créalas de todo corazón: Efesios 1:7 “en quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados, según las riquezas de su gracia”; Colosenses 1:14 “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Romanos 3:24 al 26 dice, “siendo justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús; a quien Dios ha puesto en propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia por la remisión de los pecados pasados, en la paciencia de Dios, para manifestar su justicia en este tiempo; para que Él sea justo, y el que justifica al que cree en Jesús.”

 

      Querido amigo lector, ¿se da cuenta? Jesucristo es Dios, y vino a este mundo hace más de 2,000 años para convertirse en aquél Cordero, el cual Usted mismo necesita desesperadamente para que le limpie con Su sangre. La salvación no es un premio que se pueda ganar por alguna obra; ni siquiera el más santo de los hombres lo merece. Todos nos merecemos la condenación eterna. Pero Dios nos amó de tal manera, que mandó a Su Hijo para salvarnos. Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

 

 

III.               Haga esta oración personal- Señor Jesús, yo (diga aquí su propio nombre) reconozco mi triste y lamentable situación. Reconozco que soy culpable de pecado delante de tus ojos. Señor Jesús, perdóname; Sé que mi religión no me salva, ni tampoco mis buenas obras. Sé que solamente tú me puedes salvar, porque tú eres el Cordero de Dios. Salva mi alma del Infierno y el Lago de Fuego, y dame la seguridad de ser hecho tu hijo(a) por fe en ti. Te recibo en este momento como mi único Señor y Salvador. En el Nombre de Jesús, amén.”

 

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